En esta ocasión nos vamos a centrar en el proyecto de rehabilitación de la antigua bolsa de comercio de Paris, rehabilitación que se lleva a cabo para albergar la colección de arte contemporáneo del magnate François Pinault, el proyecto, que en teoría estará finalizado en junio de este año ha sido realizado por el arquitecto Tadao Ando, premio Pritzker de arquitectura en el año 1995.
El edificio sobre el que se va a ubicar se utilizó originariamente para el comercio de grano y otras materias primas. Se levantó a mediados del siglo XVIII y contaba con una gran plaza circular al aire libre que posteriormente se cubrió con una gran cúpula en el año 1811, a finales de siglo fue objeto de una gran intervención, que si bien modificó el edificio e incorporó alguna nueva edificación, no varió lo esencial de su distribución y en 1986 fue catalogado como monumento histórico.
Esta catalogación como monumento histórico fue lo que determinó en gran medida el carácter de la intervención para que no se encontrase con la oposición de las autoridades encargadas de velar por el patrimonio arquitectónico y artístico del país. El elemento principal es un gran cilindro de hormigón de 9 metros de altura, pieza que se mantendrá separada aproximadamente 4 metros de la edificación original, y que crea una figura geométrica de gran simplicidad en contraposición al lenguaje formal del edificio original, pero que a su vez dialoga no solamente con el perímetro, sino con la cúpula de hierro y vidrio bajo el cual se cobija y que constituye el elemento principal y más carismático del edificio.
Cabe destacar, que François Pinault ya había encargado años antes a Tadao Ando el proyecto para la creación de otro museo, el Centro de Arte Contemporáneo Punta della Dogana, situado en Venecia y donde el marchante francés expone parte de su colección privada. Lo curioso, es que en este edificio, Tadao Ando ya experimentó con la introducción de una forma geométrica simple en contraposición a un contenedor cargado de historia. Si bien, en Paris, el cilindro de hormigón armado dialoga mediante la forma con el edificio original, mientras que en Venecia vemos como el cubo de hormigón se concibe como un elemento totalmente disruptivo en oposición a la planta triangular del edificio.
A pesar de esos diferentes enfoques, lo que si podemos observar es cómo ambas obras encajan a la perfección con la manera en la que el propio arquitecto describe su obra:
“Creo espacios interiores cerrados, y no abiertos. Utilizo paredes para definir los límites de estos espacios, y lo hago basándome en criterios humanos, de forma que las personas perciban esos espacios como apropiados y cómodos. Con las paredes rompo también la monotonía habitual de, por ejemplo, los edificios comerciales. Finalmente, las paredes separan el exterior, frecuentemente ruidoso y caótico, del interior, que está diseñado como remanso de tranquilidad, aislado de lo demás.”
En cualquier caso, creo que no debemos plantear que una solución sea más acertada que la otra, la arquitectura nos permite resolver un mismo problema de maneras diferentes y no menos acertadas, siempre y cuando exista un diálogo visible entre los elementos nuevos y los existentes, que establezcan una relación entre el pasado del edificio y su futuro, y eso, sin lugar a dudas, es un punto que tienen en común ambas obras.
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